martes, 28 de agosto de 2012

Mujeres Invisibles - Poder económico


Pablo GentiliPablo Gentili. Nació en Buenos Aires en 1963 y ha pasado los últimos 20 años de su vida ejerciendo la docencia y la investigación social en Río de Janeiro. Ha escrito diversos libros sobre reformas educativas en América Latina y ha sido uno de los fundadores del Foro Mundial de Educación, iniciativa del Foro Social Mundial. Su trabajo académico y su militancia por el derecho a la educación le ha permitido conocer todos los países latinoamericanos, por los que viaja incesantemente, escribiendo las crónicas y ensayos que publica en este blog. Actualmente, es Secretario Ejecutivo Adjunto del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y Director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO, Sede Brasil).



La participación de las mujeres en el mercado de trabajo no ha parado de crecer durante las últimas décadas. El acceso a puestos cada vez más cualificados y el progresivo aumento en las oportunidades educativas de las mujeres, han permitido que el sistema de relaciones laborales se haya vuelto más diversificado y hoy dependa del trabajo femenino para su propia reproducción. La creciente expansión del mercado laboral estuvo vinculada a que las mujeres se volcaran del hogar o de la producción rural familiar a las fábricas y a las más diversas actividades del comercio y los servicios. Inclusive en países donde la discriminación femenina siempre ha sido una marca de integridad religiosa y de pureza moral, las cosas parecen estar cambiando paulatinamente. Arabia Saudí, por ejemplo, está construyendo una ciudad industrial exclusivamente para mujeres y planea construir cuatro más. La noticia, aunque quizás no constituya un modelo recomendable para la promoción de la equidad de género en el mercado de trabajo, revela cómo, un reino petrolero apegado a creencias ultra-conservadoras, homofóbicas y misóginas ha debido rendirse a la evidencia de que las mujeres son necesarias para el aumento de la producción y del progreso económico. El Banco Mundial, una de las agencias que más ha contribuido con sus recomendaciones a multiplicar las desigualdades sociales en todos los países del mundo, no ha dejado tampoco de reconocer que la igualdad de género es un objetivo loable y necesario para el progreso humano. En su último Informe sobre el Desarrollo Mundial (2012) expone las razones que explican las ventajes de promover la igualdad entre hombres y mujeres: el aumento de la productividad económica y el perfeccionamiento de la especie humana, derivado de reducir la tasa de natalidad y propiciar los valores de la competitividad, el esfuerzo educativo y el cuidado de la salud. El Banco Mundial, no se ha dado por enterado de la existencia de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, menos aún de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.

Sea como fuera, por conveniencia o no, parece ser evidente que a las mujeres, del mercado de trabajo, no hay quién se anime a sacarlas.

Largada - competencia laboral entre géneros

La cuestión reside en saber si la multiplicación de puestos de trabajo ocupados por seres humanos del sexo femenino ha permitido reducir el carácter segmentado, desigual y poco democrático de los mercados laborales. La respuesta es y no. , porque el acceso de las mujeres al trabajo remunerado ha sido un enorme avance en la democratización de las relaciones sociales sexistas y discriminatorias sobre las que se ha edificado un mercado estructurado por el machismo, el racismo y otras formas de segregación. No, porque al mismo tiempo en que las mujeres ingresaron al mercado laboral, éstos se fueron tornando aún más inequitativos y discriminatorios, haciendo de la desigualdad en el tratamiento de hombres y mujeres una de sus especificidades más destacadas.

La discriminación de género en el mercado de trabajo puede observarse por dos tipos de indicadores. Por un lado, los que permiten advertir la desigual remuneración que reciben hombres y mujeres en el ejercicio de empleos identicos o equivalentes. Una situación que, con diverso grado de magnitud, se presenta en todo el planeta, echando por tierra el principio jurídico que establecen las cartas constitucionales de todas las sociedades democráticas: “a igual trabajo, igual salario”. Por otro, analizando cómo las mujeres no llegan a los principales puestos de comando en el mercado laboral y, cuando lo hacen, son invisibilizadas, despreciadas, relegadas o, simplemente, ignoradas.
Presentaré aquí algunos datos que confirman esta última afirmación.

Hace pocas semanas, la prestigiosa revista Global Finance publicó el ranking de los mejores directores de bancos centrales en una muestra de algunos de los 50 países más importantes del mundo. Los criterios de organización de la lista poco importan aquí, aunque, como podrá imaginarse, cuanto más neoliberal la política económica del país, mucho mejor evaluado sería el banquero en cuestión. Lo que interesa observar es que, entre los 50 directores de los principales bancos nacionales del mundo, sólo 3 eran mujeres, ninguna de ellas perteneciente a cualquiera de las economías más desarrolladas: Zeti Akntar Aziz, de Malasia, Nadezhda A. Ermakova, de Bielorusia, y Mercedes Marcó del Pont, de Argentina. La clasificación obtenida por las mujeres se distribuye de manera equilibrada en el universo masculino de funcionarios banqueros: una obtiene la categoría excelente (Aziz), otra intermedia (Ermakova) y la otra, pésima (Marcó del Pont). Naturalmente, sectores de oposición al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner divulgaron ampliamente la noticia para destacar la incapacidad técnica de Marcó del Pont, una reconocida economista y la primera en asumir la conducción del Banco Central argentino. Más allá de esto, lo interesante es que, además de pocas, fue a una mujer a la que le tocó ocupar el último lugar y, aunque también el director del Banco Central de Ecuador obtuvo la misma clasificación, la última posición fue, como no podría ser de otra manera, femenina. Pocas mujeres en los puestos claves y, cuando acceden a los mismos, desempeño mediocre y evaluaciones humillantes. En efecto, la distribución equilibrada de la participación femenina en la lista no puede ser confundida con cualquier tipo de justicia de genero en la evaluación de desempeño de los funcionarios banqueros. Mientras que sólo el 2% de los hombres evaluados obtuvo la peor clasificación del ranking, un tercio de las mujeres se encontraba en esta posición.




Zeti-Akhtar-Aziz

Ermakova 2Delpont





Las tres únicas mujeres que ocupan la presidencia de alguno de los 50 Bancos Centrales más importantes del mundo. Por orden: Zeti Akntar Aziz (Malasia), Nadezhda A. Ermakova (Bielorusia) y Mercedes Marcó del Pont (Argentina). 

Desconforme con el resultado, decidí ampliar la lista y busqué quiénes dirigían, en otros 50 países, sus bancos centrales. Ninguna nueva mujer apareció en un sombrío escenario de instituciones económicas tan poco adeptas a la igualdad de género como al aumento del gasto público social. Las principales autoridades monetarias del mundo son hombres: de 100 instituciones bancarias nacionales, sólo el 3% están al mando de mujeres.

Quizás ésta pueda ser la razón que explica por qué andan como andan nuestras economías.

Entusiasmado, seguí leyendo Global Finance y observé que los 50 bancos más seguros del mundo también estaban gobernados por hombres, según parece, inteligentes y de buen apetito, constituyendo las mujeres menos del 5% de sus directorios. Llegué a pensar que misoginia y habilidad financiera debían ser capacidades aliadas, ya que el país que tiene los tres mejores y más seguros bancos de América Latina es Chile: la última nación de las Américas en reconocer el divorcio y cuya Ley de Matrimonio Civil fue promulgada recién a fines del año 2004. (Dos años más tarde, en Chile se habían oficializado miles de divorcios y una mujer asumía la presidencia de la república).

Pensando que podía tratarse de un hecho orgánico, biológico o, probablemente, de una sabia decisión de la naturaleza, decidí analizar la correlación entre excelencia bancaria y tamaño del pene de la población masculina adulta en diversas sociedades. La observación estadística y el valioso The Penis Size Worlwide Atlas me tranquilizaron ya que, aunque hay mitos populares que pueden justificar que el éxito en los negocios es una buena forma de compensar la frustración de un pene pequeño, también los hay que atribuyen al tamaño del órgano sexual masculino el coraje necesario para el riesgo y el afán por competir en situaciones adversas. Griegos y troyanos en el universo del imaginario machista disputan las razones que explican por qué unos la tienen más larga que otros. Ganar dinero o saber multiplicarlo son excusas que sirven a los dos bandos para poner en evidencia sus razones. Sin embargo, los estudios existentes muestran que, más allá del sentido común, hay países con excelentes bancos y con poblaciones masculinas adultas con el pene bastante por debajo del promedio mundial; también, países con bancos seguros y lucrativos, cuya población adulta posee penes considerables en términos de su longitud. Hay, de la misma forma, naciones con bancos inseguros y penes descomunales. Así como bancos inseguros en sociedades donde los hombres poseen penes pequeños. Estos últimos, claro, son los países menos agraciados por la naturaleza y por la inteligencia para el mundo de los negocios.

No se trata por lo tanto de ninguna causa natural la que explica por qué los bancos están gobernados por los hombres, sino más bien de una decisión política, de una opción que ha beneficiado a algunos y despreciado a casi todo el resto.

En una entrada ya publicada en Contrapuntos, Desigualdades de género, hipocresías de género, señalaba que de los 187 ministros de economía que participan de la Junta de Gobernadores del Banco Mundial,menos del 9% eran mujeres.

Realicé una revisión en diversas revistas donde se organizan rankings sobre las empresas más poderosas del mundo, sobre las mejores empresas para trabajar, las más competitivas y lucrativas. Estas revistas, publicadas en casi todos los países, suelen traer entrevistas a los principales ejecutivos de las firmas mejor posicionadas. No hace falta haber estudiado sociología para reconocer la excepcionalmente pobre presencia de las mujeres en estas publicaciones.

La baja participación relativa de las mujeres en las más altas posiciones del poder económico mundial se pone también en evidencia en los rankings de las mujeres más poderosas del mundo, siendo el más destacado el que publica la revista Forbes. La última edición del ranking muestra cómo, de las 100 mujeres más poderosas, 36 actúan de forma directa en el mundo de los negocios. Claro que está que casi todas las mencionadas lo hacen, desde la abanderada de la lista, Angela Merkel a la propia Shakira. Sin embargo, un poco más de un tercio actúan ejerciendo algún cargo de gestión o comando al frente de empresas, bancos o diversos tipos de firmas. De éstas, 21 son directoras, presidentes o CEOs (Chief Executive Officer), las otras pertenecen a empresas de gran importancia, pero no ocupan el máximo cargo ejecutivo en sus organizaciones. Es el caso de Sheryl Sandberg, décima colocada en el ranking, COO (Chief Operating Officer) directora de operaciones de Facebook y subordinada a Mark Zuckerberg, creador de la compañía y, también según Forbes, el noveno hombre más poderoso del planeta. Entre las 10 mujeres más destacadas, según la mencionada revista, sólo dos se dedican exclusivamente al mundo de los negocios: la octava, Christine Lagarde, Directora del Fondo Monetario Internacional, y la mencionada Sheryl Sandberg.

La IAE Business School de Argentina publicó recientemente la lista de los 50 mejores CEOs de América Latina: ninguna es mujer. El asunto no parece haberles llamado la atención ni merecerles el menor comentario.

En rigor, parece que las mujeres están más preparadas para la diversión y el ejercicio de exponer su belleza en público que para dirigir la economía mundial. De las 10 celebridades que lideran el ranking de las 100 personalidades más destacadas del mundo, 7 de ellas son mujeres, según la misma revista Forbes. Las celebridades, naturalmente, también saben hacer negocios. De hecho, las 7 personalidades femeninas más destacadas del mundo del espectáculo acumulan una fortuna que sumada llega a los 443 millones de dólares. Es curioso que, de las 10 primeras celebridades, sólo 3 son hombres. Ellos amasan una fortuna de 260 millones de dólares, o sea, siendo menos de la mitad, poseen un valor equivalente al 60% de la fortuna que las 7 mujeres más exitosas del mundo del espectáculo han conseguido acumular juntas. Si retiramos de la lista a la comediante Oprah Winfrey, dueña de una riqueza estimada en 165 millones de dólares, podemos observar que las 6 mujeres más célebres del planeta poseen una fortuna equivalente a los 3 hombres más famosos (Justin Bieber, Tom Cruise y Steven Spielberg). Dicho en un sentido más simple, en el mundo del espectáculo, dos celebridades de sexo femenino suelen acumular sumadas, la misma riqueza que una celebridad del sexo masculino. Y eso que el mundo del espectáculo es donde las mujeres, según parece indicar Forbes, mejor se desempeñan.

Ganan en popularidad, pierden en la gestión de sus cuentas bancarias, aunque mal no les vaya.
Tampoco les va mal a las mujeres más ricas del mundo, aunque su principal ocupación sea la de ejercer el papel de herederas. El ranking de los 100 principales billonarios del mundo posee sólo 12 mujeres y, casi todas ellas, lo son por haber heredado la fortuna de sus maridos o abuelos.

Finalmente, es importante destacar que la invisibilidad de las mujeres no es sólo una empresa ejercida por hombres sin corazón. Hay mujeres a las que, en general, parece seducirlas la idea de que las enormes desigualdades de género son justas e inevitables.

Mientras preparaba esta nota, me deparé con un video producido por el holding CNN Expansión. Su tema eran “Las mujeres más poderosas de México”. La grabación reúne testimonios de algunas de las empresarias más exitosas de ese país y las organiza alrededor de tres preguntas básicas. Seleccioné tres respuestas, una en cada una de ellas, ya que creo que sintetizan buena parte de los prejuicios que existen al respecto, lo que no es poca cosa cuando son enunciados por mujeres que han triunfado en el mundo de los negocios.

“¿Cómo busca la igualdad salarial entre hombres y mujeres en su empresa?”
Mayela Rincón, Directora de Finanzas de Bio Rapel, responde que la equidad depende de una mayor capacitación,la cual puede contribuir a que académicamente las mujeres tengan las mismas habilidades que los hombres. Prejuicio: pensar que las diferentes oportunidades que hombres y mujeres enfrentan en el mercado de trabajo, salariales o no, se deben a la falta de formación de estas últimas, lo que ocasiona su baja productividad o su escasa competitividad. Dato que lo refuta: mujeres con mejor formación y experiencia laboral que otros hombres, suelen ganar salarios menores en las empresas donde trabajan. En suma: en el caso de las mujeres, la diferencia salarial no es una variable dependiente de la formación.

“¿Cómo se debe afrontar la doble jornada que viven las mujeres?”
Maite de Alba, Directora de Asuntos Jurídicos de Microsoft, aventurándose a cuantificar la injusticia, considera que la doble jornada es “ligeramente injusta”, aunque ayuda a desarrollar la multifuncionalidad. Prejuicio: justificar que el espíritu de sacrificio de las mujeres siempre tiene como contrapartida un aprendizaje o una ventaja; de cierta forma, se sufre, pero se aprende, por lo que el sufrimiento vale la pena. Dato que lo refuta: existe una enorme disparidad en la legislación que protege a hombres y mujeres en los empleos, especialmente, en el ejercicio de la maternidad. No pocas veces, la maternidad es una opción que frustra la carrera laboral femenina o, viceversa, la carrera laboral frustra los deseos de maternidad y reproducción familiar de las mujeres. En suma: licencias, permisos y beneficios deben ser cuidadosamente pensados en la legislación social y deben estar fundados en una amplia consulta pública a las principales involucradas, las mujeres. De la misma forma, las carreras laborales deben incluir el reconocimiento de la maternidad como un valor ético y profesional, no como un desperdicio de tiempo o un castigo a las oportunidades de promoción de las mujeres en sus puestos de trabajo.

“¿Cómo puede una mujer romper el “techo de cristal” y pasar de la gerencia a la dirección?”
Nicole Reich, Presidente de Scotiabank México y una de las mujeres más poderosas del país, responde: “hay que tener confianza en tí misma y aventarte (lanzarte) a la piscina, que lo peor que puede pasar no es tan grave. Es una cuestión de echarle ganas”. Prejuicio: las mujeres no progresan por falta de ganas y de confianza en sí mismas. Dato que lo refuta: la Sra. Nicole debería frecuentar más las filas en los cajeros de su banco y, cada tanto, salir a la calle y conversar con cualquiera de las mujeres que se crucen en su camino, contrastando la experiencia de vida de cada una de ellas con su particular opinión acerca de las piscinas y el éxito en el mundo de los negocios. Que se eche pues "un aventón” la Sra Nicole en las delicias de la economía informal, en las peripecias del trabajo doméstico o en el frenesí de una maquila trituradora de sueños y esperanzas... que lo peor que puede pasar no es tan grave. En suma: una ideología de la privatización del fracaso femenino en el mercado de trabajo sirve para culpabilizar a las mujeres de sus propias dificultades para romper ese techo que no es de “cristal”, sino de acero.

Sin embargo, el acero no es indestructible. Se funde. Y lo hace cuando hombres y mujeres luchan juntos por aquello que les pertenece: el derecho a vivir en una sociedad de iguales.

Mujeres Invisibles es una serie de notas sobre los procesos de invisibilización de las desigualdades de género en las sociedades contemporáneas. Ver, Presentación. Próxima entrega: “La violencia”.

domingo, 26 de agosto de 2012

Discurso humanista del Presidente de Uruguay


La Soledad y la Desolación, por Marcela Lagarde

Marcel Lagarde mujerpalabra.net


Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía, porque desde muy pequeñas y toda la vida se nos ha formado en el sentimiento de orfandad; porque se nos ha hecho profundamente dependientes de los demás y se nos ha hecho sentir que la soledad es negativa, alrededor de la cual hay toda clase de mitos. Esta construcción se refuerza con expresiones como las siguientes “¿Te vas a quedar solita?”, “¿Por qué tan solitas muchachas?”,  hasta cuando vamos muchas mujeres juntas.

La construcción de la relación entre los géneros tiene muchas implicaciones y una de ellas es que las mujeres no estamos hechas para estar solas de los hombres, sino que el sosiego de las mujeres depende de la presencia de los hombres, aún cuando sea como recuerdo.

Esa capacidad construida en las mujeres de crearnos fetiches, guardando recuerdos materiales de los hombres para no sentirnos solas, es parte de lo que tiene que desmontarse. Una clave para hacer este proceso es diferenciar entre soledad y desolación. Estar desoladas es el resultado de sentir una pérdida irreparable. Y en el caso de muchas mujeres, la desolación sobreviene cada vez que nos quedamos solas, cuando alguien no llegó, o cuando llegó más tarde. Podemos sentir la desolación a cada instante.

Otro componente de la desolación y que es parte de la cultura de género de las mujeres es la educación fantástica par la esperanza. A la desolación la acompaña la esperanza: la esperanza de encontrar a alguien que nos quite el sentimiento de desolación.

La soledad puede definirse como el tiempo, el espacio, el estado donde no hay otros que actúan como intermediarios con nosotras mismas. La soledad es un espacio necesario para ejercer los derechos autónomos de la persona y para tener experiencias en las que no participan de manera directa otras personas.

Para enfrentar el miedo a la soledad tenemos que reparar la desolación en las mujeres y la única reparación posible es poner nuestro yo en el centro y convertir la soledad en un estado de bienestar de la persona.

Para construir la autonomía necesitamos soledad y requerimos eliminar en la práctica concreta, los múltiples mecanismos que tenemos las mujeres para no estar solas. Demanda mucha disciplina no salir corriendo a ver a la amiga en el momento que nos quedamos solas. La necesidad de contacto personal en estado de dependencia vital es una necesidad de apego. En el caso de las mujeres, para establecer una conexión de fusión con los otros, necesitamos entrar en contacto real, material, simbólico, visual, auditivo o de cualquier otro tipo.

La autonomía pasa por cortar esos cordones umbilicales y para lograrlo se requiere desarrollar la disciplina de no levantar el teléfono cuando se tiene angustia, miedo o una gran alegría porque no se sabe qué hacer con esos sentimientos, porque nos han enseñado que vivir la alegría es contársela a alguien, antes que gozarla. Para las mujeres, el placer existe sólo cuando es compartido porque el yo no legitima la experiencia; porque el yo no existe.

Es por todo esto que necesitamos hacer un conjunto de cambios prácticos en la vida cotidiana. Construimos autonomía cuando dejamos de mantener vínculos de fusión con los otros; cuando la soledad es ese espacio donde pueden pasarnos cosas tan interesantes que nos ponen a pensar. Pensar en soledad es una actividad intelectual distinta que pensar frente a otros.

Uno de los procesos más interesantes del pensamiento es hacer conexiones; conectar lo fragmentario y esto no es posible hacerlo si no es en soledad.

Otra cosa que se hace en soledad y que funda la modernidad, es dudar. Cuando pensamos frente a los otros el pensamiento está comprometido con la defensa de nuestras ideas, cuando lo hacemos en soledad, podemos dudar.

Si no dudamos no podemos ser autónomas porque lo que tenemos es pensamiento dogmático. Para ser autónomas necesitamos desarrollar pensamiento crítico, abierto, flexible, en movimiento, que no aspira a construir verdades y esto significa hacer una revolución intelectual en las mujeres.

No hay autonomía sin revolucionar la manera de pensar y el contenido de los pensamientos. Si nos quedamos solas únicamente para pensar en los otros, haremos lo que sabemos hacer muy bien: evocar, rememorar, entrar en estados de nostalgia. El gran cineasta soviético Andrei Tarkovski, en su película “Nostalgia” habla del dolor de lo perdido, de lo pasado, aquello que ya no se tiene.

Las mujeres somos expertas en nostalgia y como parte de la cultura romántica se vuelve un atributo del género de las mujeres.

El recordar es una experiencia de la vida, el problema es cuando en soledad usamos ese espacio para traer a los otros a nuestro presente, a nuestro centro, nostálgicamente. Se trata entonces de hacer de la soledad un espacio de desarrollo del pensamiento propio, de la afectividad, del erotismo y sexualidad propias.

En la subjetividad de las mujeres, la omnipotencia, la impotencia y el miedo actúan como diques que impiden desarrollar la autonomía, subjetiva y prácticamente.

La autonomía requiere convertir la soledad en un estado placentero, de goce, de creatividad, con posiblidad de pensamiento, de duda, de meditación, de reflexión. Se trata de hacer de la soledad un espacio donde es posible romper el diálogo subjetivo interior con los otros y en el que realizamos fantasías de autonomía, de protagonismo pero de una gran dependencia y donde se dice todo lo que no se hace en la realidad, porque es un diálogo discursivo.

Necesitamos romper ese diálogo interior porque se vuelve sustitutivo de la acción ; porque es una fuga donde no hay realización vicaria de la persona porque lo que hace en la fantasía no lo hace en la práctica, y la persona queda contenta pensando que ya resolvió todo, pero no tiene los recursos reales, ni los desarrolla para salir de la vida subjetiva intrapsíquica al mundo de las relaciones sociales, que es donde se vive la autonomía.

Tenemos que deshacer el monólogo interior. Tenemos que dejar de funcionar con fantasías del tipo: “le digo, me dice, le hago”. Se trata más bien de pensar “aquí estoy, qué pienso, qué quiero, hacia dónde, cómo, cuándo y por qué” que son preguntas vitales de la existencia.

La soledad es un recurso metodológico imprescindible para construir la autonomía. Sin soledad no sólo nos quedaremos en la precocidad sino que no desarrollamos las habilidades del yo. La soledad puede ser vivida como metodología, como proceso de vida. Tener momentos temporales de soledad en la vida cotidiana, momentos de aislamiento en relación con otras personas es fundamental. y se requiere disciplina para aislarse sistemáticamente en un proceso de búsqueda del estado de soledad.

Mirada como un estado del ser –la soledad ontológica–  la soledad es un hecho presente en nuestra vida desde que nacemos. En el hecho de nacer hay un proceso de autonomía que al mismo tiempo, de inmediato se constituye en un proceso de dependencia. Es posible comprender entonces, que la construcción de género en la mujeres anula algo que al nacer es parte del proceso de vivir.

Al crecer en dependencia, por ese proceso de orfandad que se construye en las mujeres, se nos crea una necesidad irremediable de apego a los otros.

El trato social en la vida cotidiana de las mujeres está construido para impedir la soledad. El trato que ideológicamente se da a la soledad y la construcción de género anulan la experiencia positiva de la soledad como parte de la experiencia humana de las mujeres. Convertirnos en sujetas significa asumir que de veras estamos solas: solas en la vida, solas en la existencia. Y asumir esto significa dejar de exigir a los demás que sean nuestros acompañantes en la existencia; dejar de conminar a los demás para que estén y vivan con nosotras.

Una demanda típicamente femenina es que nos “acompañen” pero es un pedido de acompañamiento de alguien que es débil, infantil, carenciada, incapaz de asumir su soledad. En la construcción de la autonomía se trata de reconocer que estamos solas y de construir la separación y distancia entre el yo y los otros.